viernes, julio 23, 2010

El subjetivismo trascendental en Kant



En el siguiente trabajo me propongo criticar la subjetividad trascendental, en el sistema propuesto por Kant. Para esto analizo el concepto de sujeto trascendental, presentado por el autor como el conjunto de condiciones que hacen posible el conocimiento para cualquier sujeto cognoscente.
A mi entender Kant no determina con claridad en qué se funda la validez a priori de las condiciones de posibilidad de la experiencia. La sensibilidad es condicionada por formas que conforman el objeto, pero el modo cómo funciona la receptividad humana no puede ser universal, necesario y a priori, como propone el autor.
No dudo que el conocimiento sea una especie de acción, de praxis, como demuestra Kant. Coincido en que conocer no es reflejar los objetos, sino construir el ámbito de la objetividad, operar sobre ellos, transformándolos. Creo, inclusive, que conocer significa directamente crear el objeto de conocimiento y más aún, crear la realidad.
De manera que lo determinante en el acto de conocer no es tanto el objeto, sino más bien el sujeto. Aquí no encuentro objeción. Pero Kant sostiene luego que las impresiones son el estimulo para que la facultad de conocer se ponga en actividad, y ésta no se limita a recibir impresiones, sino que aporta un conjunto de formas a priori con las que el sujeto moldea el objeto. ¿De dónde salen estas formas a priori? ¿Cómo pueden ser pensadas si no podemos escapar de ellas? ¿Por qué se darían de forma necesaria?
Notamos que distingue dos componentes de la experiencia: un elemento a posteriori: la materia -como mera multiplicidad de datos empíricos-, y otro priori: la forma -como condiciones de la posibilidad de la experiencia-. La razón está constituida por formas puras de la sensibilidad o intuiciones puras -espacio y tiempo– y por las categorías o conceptos puros del entendimiento –substancia, causalidad, unidad, pluralidad, etc. Resulta entonces que el espacio, el tiempo y las categorías no son independientes del sujeto, no son cosas, no son propiedades de las cosas en sí mismas, sino instrumentos mediante los cuales el sujeto elabora el mundo de los objetos. ¿Y de donde salen estos instrumentos? ¿Cómo podemos estar seguros que siempre están presentes?
Señala Kant en el prefacio de la primera edición de la Crítica de la Razón Pura que:
“Tiene la razón humana el singular destino, en cierta especie de conocimientos, de verse agobiada por cuestiones de índole tal que no puede evitarlas, porque su propia naturaleza las impone, y que no puede resolver porque a su alcance no se encuentran”[1].
Llama la atención, en primer lugar, leer que la “propia” naturaleza de la razón impone cuestiones con carácter inevitable. Concebir la “razón” –esa supuesta facultad atribuida al hombre- dotada de una naturaleza “propia” – y por tanto única, universal, necesaria- limita y define la razón bajo cierto esquema mecanicista. Claro que ya estaba dicho de un modo menos notorio en la frase: “por cuestiones de índole tal que no puede evitarlas”, siendo curioso que se crea que tales cuestiones nos agobien necesaria e inevitablemente.
Más adelante señalará Kant en el mismo prefacio que:
“Me limito a ocuparme de la razón misma y de su puro pensar, para cuyo amplio conocimiento no tengo necesidad de ir muy lejos de mí, pues en mí lo encuentro, y sobrado ejemplo me suministra la lógica común, de que todos sus actos simples se pueden enumerar total y sistemáticamente”.
Me resulta curiosa ahora la frase: “para cuyo amplio conocimiento no tengo necesidad de ir muy lejos de mí, pues en mí lo encuentro”. El subjetivismo, en términos generales, es la acción y el efecto de tomar el punto de vista del sujeto. Esto no deja de ser, en principio, lo que hace Kant. Pero por lo general, cuando se habla de subjetivismo, el sujeto que se tiene en mente es algún sujeto humano individual. El punto de vista de tal sujeto es un punto de vista particular. Se supone que el punto de vista del sujeto particular está condicionado sólo por sus condiciones particulares y que estas determinan los juicios formulados. ¿Cómo es que lo que Kant encuentra en su “puro pensar” termina siendo válido para todos? ¿Es su mente y su modo de razonar el reflejo perfecto de la forma en que se da el entendimiento humano en general?
Llegado a este punto creo que es necesario concluir que la idea de determinar las reglas y los límites del empleo de la facultad del entendimiento –más cuando se parte de las limitaciones y capacidades de uno para luego universalizarlas- es, como mínimo, una postura arrogante y egocéntrica. El intento de considerar al propio entendimiento puro en su posibilidad y las facultades de conocer, sobre las cuales descansa, está destinado al fracaso, al menos, por dos cuestiones. En primer lugar porque nos encontramos ante la razón investigándose a sí misma, preguntándose sobre sus propias posibilidades y limitaciones en lo que se refiere a su capacidad para conocer a priori. En segundo lugar porque estaríamos suponiendo que, en el fondo, el sujeto humano, el sujeto de conocimiento y las mismas formas de conocimiento, se dan en cierto modo previa y definitivamente.
Para Kant las representaciones del espacio y el tiempo determinan el modo en que se nos representan los fenómenos. Esto supone una nueva manera de entender la objetividad porque si al conocer determinamos los objetos, éstos no serán ya las cosas tal como son en sí mismas y el objeto de conocimiento deberá ser considerado siempre como un objeto fenoménico. Esto supone, a su vez, una nueva manera de entender la subjetividad, ya que al conocer, el sujeto determina al objeto, entonces le impone ciertas formas y principios sin los cuales el objeto no sería cognoscible.
Esta nueva noción de subjetividad, que funda la constitución del orden fenoménico y sensible, contendrá las condiciones de posibilidad de cierto tipo de conocimiento (el sensible), pero no constituirá ella misma el fundamento de la objetividad. La subjetividad fundante del conocimiento de los fenómenos, funda el orden de lo objetivo, ya que los fenómenos son los únicos objetos cognoscibles. Lo subjetivo no se opone ya a lo objetivo, sino que nos enfrentamos ahora con una nueva noción de subjetividad, la subjetividad trascendental, que funda ella misma la objetividad en tanto traza el horizonte de lo cognoscible.
Pero las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimiento. La idea de subjetividad trascendental propuesta por Kant es un producto de la idealización de un sujeto de conocimiento determinado, únicamente, por su esquema filosófico. Desde una posición más humilde debería haber replanteado el autor la prioridad conferida al sujeto que se estableció en el pensamiento occidental a partir de Descartes. Kant no deja de postular, en última instancia, explícita o implícitamente, al sujeto como fundamento, como núcleo central de todo conocimiento, como aquello en que no sólo se revela la libertad, sino en donde puede hacer eclosión la verdad.
Hay que poner enfáticamente en cuestionamiento esta posición absoluta del sujeto. El sujeto no está dado definitivamente. El sujeto humano trascendental que propone Kant no ejerce ninguna actividad subjetiva, porque para él el sujeto trascendental es el conjunto de condiciones que hacen posible el conocimiento para cualquier sujeto cognoscente, y, en último término, el conjunto de condiciones que hacen posible todo conocimiento, aunque no sea formulado por un sujeto concreto. Kant no considera la posibilidad de otros puntos de vista posibles; y menos aún, por supuesto, otros además del de los del sujeto humano trascendental -pongamos por caso el de una maquina, una animal o un extraterreste, llegado el caso-. En este sentido se puede decir de Kant que es antropocéntrico y especeísta.
Creo que en la actualidad nos enfrentamos ante nuevas formas y estructuras de conocimiento. Nos redescubrimos dentro de nuevas formas de concebir el espacio y el tiempo. El cyber espacio, la realidad virtual, las mejoras en los medios de comunicación, entre otras cosas, acortan, transforman y desvirtúan la concepción y la dimensión de “espacio”. Las distancias se acortan y los espacios se expanden con las nuevas tecnologías. Incluso el tiempo es relativo, es contingente y es reconsiderado como una dimensión más del espacio (la cuarta), por algunas teorías científicas de gran rigor académico. No creo que de ningún modo existan condiciones a priori que determinen las facultades del conocimiento, por lo menos que sean para todos los sujetos de conocimiento las mismas y que se den necesariamente. No creo que seamos máquinas, no considero que si lo fuimos o lo somos, no podamos dejar de serlo.



[1] Kant, Crítica de la Razón Pura, Editorial Losada, Bs As, 2006, pag.143